Una cita a ciegas en medio de un bosque húmedo en Nanacamilpa, Tlaxcala, después una llovizna. Una cita a oscuras en la que poco a poco aparecen estrellas fluorescentes, que flotan y bailan entre los árboles mientras nosotros observamos en silencio, espías, maravillados de lo que observan nuestros ojos. Un poco así es lo que se siente ver a las luciérnagas endémicas de este pueblo tlaxcalteco durante su temporada de apareamiento, en la que se adentran entre encinos para enamorarse, reproducirse, dar “a luz”, mucha luz y después morir en la misma tierra que las vio iluminarse por primera vez.
Las hembras tienen las alas más cortas que los machos y ellos son los que dan el mayor espectáculo después de que los órganos lumínicos, células y una sustancia llamada luciferina (ubicadas en su abdomen) se combinan con el oxígeno, generando una reacción química que produce luz.